Un concepto muy ligado al de consumo responsable es el de decrecimiento. Se ha dado en llamar así a una corriente de pensamiento económico pero también político y social, que pone en tela de juicio el crecimiento indefinido por insostenible e incompatible con el futuro bienestar de próximas generaciones.
En nuestro actual sistema económico, que ahora se tambalea, el objetivo principal de cualquier economía, ya se trate de un estado, de una empresa o, incluso, de una familia es crecer. Esto es, en cada caso: aumentar el PIB, aumentar la producción, ventas y beneficios, el consumo, tener más coches, más viviendas, viajes, electrónica... Este crecimiento sin freno agota los recursos naturales y genera una cantidad de residuos insostenible incluso a corto plazo. Una reflexión que sin duda nos interpela es: "El día en que nuestros hermanos africanos, latinoamericanos, indios, chinos.... alcancen nuestro nivel de vida (... y por lo tanto nuestro ritmo de consumo y nuestro nivel de generación de residuos) el planeta colapsará en pocos años". Esta realidad cuestiona firmemente el concepto de "crecimiento sostenible" por cuanto conjuga dos términos radicalmente incompatibles.
En su ámbito doméstico, el decrecimiento nos invita a vivir mejor con menos. La primera pregunta que nos debemos plantear ante un acto de consumo es.... ¿necesito de verdad este producto que estoy a punto de consumir?. ¿Es necesario mantener dos o más vehículos por familia? ¿Es necesario cambiar el móvil cada año? ¿Cuántas teles son necesarias para ser felices? ¿De qué tamaño? ¿Podemos reducir nuestro consumo energético? ¿Seremos menos felices si nos desplazamos en transporte público? ¿Depende nuestro bienestar veraniego del aire acondicionado?....
Para acabar propongo una reflexión acerca del caracol, símbolo que muchas organizaciones decrecentistas han adoptado como propio:
«El caracol construye la delicada arquitectura de su concha añadiendo una tras otra las espiras cada vez más amplias; después cesa bruscamente y comienza a enroscarse esta vez en decrecimiento, ya que una sola espira más daría a la concha una dimensión 16 veces más grande, lo que en lugar de contribuir al bienestar del animal, lo sobrecargaría. Y desde entonces, cualquier aumento de su productividad serviría sólo para paliar las dificultades creadas por esta ampliación de la concha, fuera de los límites fijados por su finalidad», Ivan Illich.
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