Se trata de uno de los paradigmas de nuestra civilización del usar y tirar: la tasa de recambio de móviles es muy alta, y cambiamos de móvil cada 18-30 meses, aunque su vida media alcanzaría los diez años. Esta actitud viene muy potenciada por las compañías de telecomunicaciones y las propias fabricantes de los aparatos. La inclusión de nuevos servicios, la renovación de los diseños, o la mera gratuidad del cambio son algunas de las razones que impulsan esta actitud.
No viene mal, por ello, recordar que cada móvil lleva detrás una mochila de consumo de recursos y de generación de residuos que, asociada a las condiciones en que con frecuencia se realizan las tareas que conducen a su elaboración, deberían hacernos pensar más a menudo en la necesidad de tener un móvil y, más aún, en la necesidad de tener-que-cambiarlo cada poco tiempo. Un breve documento de Cristianismo y Justicia nos ayuda a considerar estos detalles.
Afortunadamente, aún hay quien nos enseña que, en la práctica, no hacen falta móviles para vivir felices.
El móvil es uno de aquellos instrumentos que nadie necesitaba hasta que tuvo el primero y nos convertimos en móvil-dependientes.
ResponderEliminarY de cuantas más cosas seamos dependientes, menos libres somos.