miércoles, 25 de septiembre de 2013

Una declaración de intenciones prestada

Casualmente, llegó a mi pantalla, comencé a leer los primeros párrafos y ¡zas! Ahí estaba muy bien dicho lo que fue motivo de que un grupo de amigos de la parroquia nos lanzáramos a mantener este blog. Así que... ¿para qué explicarme de otra manera?
Bien, en realidad, esto no es un libro. Esto es un blog hecho libro. El blog se llamaba “ una vida sencilla, de vuelta a lo esencial” ; el libro también.
¿Sobre qué trata? Sobre mi vida, sobre lo complicada que creo que había llegado a ser y sobre cómo la simplifiqué buscando sólo una cosa: sentirme mejor.
Si tuviera que resumir el libro en algunas palabras, que bien pueden ser las e tiquetas principales del blog, éstas serían: simplicidad, minimalismo, espiritualidad, aceptación, responsabilidad y consciencia.
En el fondo no se trata más que el relato de un viaje, de un aprendizaje, de un cambio progresivo, constante y, por lo que he llegado a comprender, infinito. Nunca acaba.
Por eso “ u na vida sencilla” no termina aquí, al menos para mí, aunque ya no vaya a publicar mis re flexiones a través de Internet. ¿Por qué dejo de publicar? El blog sólo ha sido una herramienta. Quería cambiar mi vida y alguien m e aconsejó escribir. Así lo hice, la he cambiado y, aunque seguiré cambiando eternamente, ya no necesito esta herramienta. Ahora me centraré en otras cosas.

Ojalá que podamos decir lo mismo después de un tiempo, que ya no necesitamos la herramienta porque hemos cambiado. O porque ya estamos empezando a cambiar. Ojalá.

martes, 24 de septiembre de 2013

Nuestro primer mapa conceptual del Consumo Responsable

He aquí un pequeño resumen de los primeros conceptos analizados en torno al consumo responsable, en forma de mapa conceptual realizado con la herramienta bubbl. Desde las palabras en mayúscula se puede acceder a las correspondientes entradas del blog.

Consumo Responsable Éticas de la responsabilidad

Con R de responsabilidad

Hablar de consumo responsable y, con ello, del término responsabilidad, no puede hacerse sin apuntar, al menos, a una corriente de pensamiento que se puede agrupar bajo el título de ética de la responsabilidad. Nacida a lo largo del siglo XX, en medio del enorme progreso científico-técnico y en el contexto de masacres y genocidios como los vividos en las guerras europeas, no pretende sino extraer consecuencias de los efectos del obrar humano.

Max Weber, filósofo alemán del cambio de siglo XIX al XX, ya había adelantado la necesidad de separar dos tipos diferentes de éticas: las éticas de la convicción, caracterizadas por la aplicación rigurosa de un determinado principio o conjunto de principios que se interpretan como buenos, y las éticas de la responsabilidad, que están atentas a las consecuencias que las acciones humanas tienen y, por tanto, a la idoneidad de las herramientas que utilizamos para alcanzar un determinado fin.

Hans Jonas, filósofo judío alemán que vivió prácticamente todo el siglo XX, insiste precisamente en incluir, en la valoración de nuestros actos, las consecuencias que estos pueden tener incluso para generaciones venideras. Si el principio de la ética de Kant propone obrar 
de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio
Jonas modifica ligeramente la formulación y propone el siguiente principio:  
obra de tal manera que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica sobre la tierra
Ambas formulaciones recogen, a la perfección, el sentido que el término responsable tiene dentro de la expresión consumo responsable.

Y ya que estamos metidos en faena filosófica, traemos aquí a un filósofo, Peter Singer, al que no podríamos considerar dentro de esta corriente, ya que es un filósofo utlitarista (de los que miden la moralidad de cualquier acto en función de los resultados útiles que se obtienen), pero que sí llega en algunos desarrollos a sacar consecuencias extremas en la línea de la que hablamos. Es cierto que su posición ante el aborto le aleja radicalmente de las posiciones eclesiales, al defender que hay animales adultos con mayor capacidad de sufrir que un feto humano, y, por tanto, con mayor derecho a que se proteja su vida, pero en aspectos de justicia social tiene un planteamiento absolutamente asumible de solidaridad con las necesidades perentorias de quienes viven en el hambre o la extrema necesidad. Llega a decir que si alguien vive confortablemente, la satisfacción de una necesidad adicional no tiene el mismo interés vital que la satisfacción de necesidades más básicas de otros seres humanos, lo que es toda una invitación a la solidaridad, que él mismo se dedica a promover, además de trabajar también en la defensa de hábitos de consumo responsable.

Bueno, el filón queda abierto para quien quiera seguir profundizando. Nosotros, teniendo en cuenta el objetivo de este blog, dejamos esta deriva y volvemos a lo concreto: a sacar consecuencias prácticas del significado del término consumo responsable. Sin embargo, cada cual es muy libre de profundizar por donde considere necesario. Uno no sabe dónde va a encontrar aquel elemento que le mueva, desde el fondo de su corazón, a convertir su comportamiento...

lunes, 16 de septiembre de 2013

Definiendo los términos (2): responsable

Ya hemos analizado el doble significado de la palabra consumo, tanto en lo que significa de utilizar algo para satisfacer una necesidad como en lo que implica de gasto o de reducción de la disponibilidad de lo consumido. El matiz que introduce en este juego de significados el término responsable es precisamente el de apuntar al modo en que dicho equilibrio debe ser vivido en la práctica.

Veamos lo que de dicho término dice nuestro diccionario:
  1. Obligado a responder de algo o por alguien. 
  2. Dicho de una persona: Que pone cuidado y atención en lo que hace o decide.
  3. Persona que tiene a su cargo la dirección y vigilancia del trabajo en fábricas, establecimientos, oficinas, inmuebles, etc.
Es decir, que hemos de ser (1) capaces de dar respuesta de nuestro consumo, que hemos de saberlo justificar ante todo el que nos pueda plantear alguna pregunta, comenzando por nosotros mismos: ¿necesito consumir y, por tanto, gastar algún recurso para responder a esta necesidad? ¿Qué tipo de recurso, en qué condiciones...? ¿Llegará para todos los que lo necesiten? ¿Perjudicará a alguien tanto su uso como su escasez? Se nos invita a no consumir a lo loco, a no consumir por consumir (el consumismo que tanto critica la Iglesia), y a valorar en su justa medida nuestras necesidades y las consecuencias de satisfacerlas. Porque las hay, aunque nos hayamos acostumbrado a no verlas.

Tenemos, por tanto (2), que tener cuidado con lo que hacemos, cuidar la fuente de nuestros recursos, cuidar la vida y la naturaleza. Esa actitud de cuidado con lo que nos rodea nos hará ser sensibles a cualquier deterioro que podamos producir. El cuidado no hemos de reducirlo a cuidar de nosotros mismos, sino que debemos extender esta virtud del cuidado a nuestro entorno y al conjunto de la creación.

Y, como personas, no podemos olvidar (3) que estamos a cargo de la dirección del mundo creado, una dirección que debe ser responsable de todo y de todos: el dominio de la Tierra a que hace alusión Gn 1 no ha de ser un dominio tirano, sino un dominio responsable del lugar en que somos, nos movemos y existimos.

Consumir responsablemente, pues, no es más que una nueva forma de expresar la respuesta a la llamada que Dios nos hace en el momento de la creación. Ojalá vayamos siendo capaces de responder de lo que hacemos con el mundo que se nos ha regalado para vivir.


domingo, 8 de septiembre de 2013

Consumo responsable y decrecimiento

Un concepto muy ligado al de consumo responsable es el de decrecimiento. Se ha dado en llamar así a una corriente de pensamiento económico pero también político y social, que pone en tela de juicio el crecimiento indefinido por insostenible e incompatible con el futuro bienestar de próximas generaciones. 
En nuestro actual sistema económico, que ahora se tambalea, el objetivo principal de cualquier economía, ya se trate de un estado, de una empresa o, incluso, de una familia es crecer. Esto es, en cada caso: aumentar el PIB, aumentar la producción, ventas y beneficios, el consumo, tener más coches, más viviendas, viajes, electrónica... Este crecimiento sin freno agota los recursos naturales y genera una cantidad de residuos insostenible incluso a corto plazo. Una reflexión que sin duda nos interpela es: "El día en que nuestros hermanos africanos, latinoamericanos, indios, chinos.... alcancen nuestro nivel de vida (... y por lo tanto nuestro ritmo de consumo y nuestro nivel de generación de residuos) el planeta colapsará en pocos años". Esta realidad cuestiona firmemente el concepto de "crecimiento sostenible" por cuanto conjuga dos términos radicalmente incompatibles.
En su ámbito doméstico, el decrecimiento nos invita a vivir mejor con menos. La primera pregunta que nos debemos plantear ante un acto de consumo es.... ¿necesito de verdad este producto que estoy a punto de consumir?. ¿Es necesario mantener dos o más vehículos por familia? ¿Es necesario cambiar el móvil cada año? ¿Cuántas teles son necesarias para ser felices? ¿De qué tamaño? ¿Podemos reducir nuestro consumo energético? ¿Seremos menos felices si nos desplazamos en transporte público? ¿Depende nuestro bienestar veraniego del aire acondicionado?....
Para acabar propongo una reflexión acerca del caracol, símbolo que muchas organizaciones decrecentistas han adoptado como propio:
«El caracol construye la delicada arquitectura de su concha añadiendo una tras otra las espiras cada vez más amplias; después cesa bruscamente y comienza a enroscarse esta vez en decrecimiento, ya que una sola espira más daría a la concha una dimensión 16 veces más grande, lo que en lugar de contribuir al bienestar del animal, lo sobrecargaría. Y desde entonces, cualquier aumento de su productividad serviría sólo para paliar las dificultades creadas por esta ampliación de la concha, fuera de los límites fijados por su finalidad», Ivan Illich.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Definiendo los términos (1): Consumo

Siendo éste un blog de consumo responsable, parece necesario que analicemos un poco el significado del término. Y no está nada mal comenzar por  la primera de las palabras que la componen, la palabra consumo.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE) va a apuntar clarito desde el principio:
  • Acción y efecto de consumir (comestibles y otros géneros de vida efímera /  gastar energía).
  • Extinción de caudales, de juros, libranzas o créditos contra la real Hacienda.
Es curiosa la dualidad: encontramos resonancias de aprovechar algo, pero también de gastarlo, de extinguirlo. Dualidad reforzada por el significado del verbo consumir:
  • Destruir, extinguir.
  • Utilizar comestibles u otros bienes para satisfacer necesidades o deseos.
  • Gastar energía o un producto energético.
Este doble significado, que da mucho juego, viene ya fundamentado en la etimología, en el origen histórico de la palabra. Consumir procede del latín consumĕre, que, con el mismo significado, pone un importante acento en la dimensión de gasto y extinción.
No es, pues, una palabra con sentido claramente positivo. Sin embargo, su uso se ha extendido para definir un tipo de sociedad, la occidental, como sociedad de consumo, para la que el diccionario RAE dice lo siguiente:
  • Que está basada en un sistema tendente a estimular la producción y uso de bienes no estrictamente necesarios.
Curioso el baile de significados en lo relativo a la relación entre consumo y necesidad: si el término consumir, además del sentido negativo de gasto y extinción, incluye el positivo de la satisfacción de necesidades, el término sociedad de consumo nos habla del uso de bienes "no estrictamente necesarios".
Daniel Lobo (licencia Creative Commons Atribución)
Interesante dualidad de la que vamos a intentar sacar, concluisiones, sin olvidar, por supuesto, lo que la tradición cristiana puede aportar en todo ello. Que no es poco, por cierto.