martes, 24 de septiembre de 2013

Con R de responsabilidad

Hablar de consumo responsable y, con ello, del término responsabilidad, no puede hacerse sin apuntar, al menos, a una corriente de pensamiento que se puede agrupar bajo el título de ética de la responsabilidad. Nacida a lo largo del siglo XX, en medio del enorme progreso científico-técnico y en el contexto de masacres y genocidios como los vividos en las guerras europeas, no pretende sino extraer consecuencias de los efectos del obrar humano.

Max Weber, filósofo alemán del cambio de siglo XIX al XX, ya había adelantado la necesidad de separar dos tipos diferentes de éticas: las éticas de la convicción, caracterizadas por la aplicación rigurosa de un determinado principio o conjunto de principios que se interpretan como buenos, y las éticas de la responsabilidad, que están atentas a las consecuencias que las acciones humanas tienen y, por tanto, a la idoneidad de las herramientas que utilizamos para alcanzar un determinado fin.

Hans Jonas, filósofo judío alemán que vivió prácticamente todo el siglo XX, insiste precisamente en incluir, en la valoración de nuestros actos, las consecuencias que estos pueden tener incluso para generaciones venideras. Si el principio de la ética de Kant propone obrar 
de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio
Jonas modifica ligeramente la formulación y propone el siguiente principio:  
obra de tal manera que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica sobre la tierra
Ambas formulaciones recogen, a la perfección, el sentido que el término responsable tiene dentro de la expresión consumo responsable.

Y ya que estamos metidos en faena filosófica, traemos aquí a un filósofo, Peter Singer, al que no podríamos considerar dentro de esta corriente, ya que es un filósofo utlitarista (de los que miden la moralidad de cualquier acto en función de los resultados útiles que se obtienen), pero que sí llega en algunos desarrollos a sacar consecuencias extremas en la línea de la que hablamos. Es cierto que su posición ante el aborto le aleja radicalmente de las posiciones eclesiales, al defender que hay animales adultos con mayor capacidad de sufrir que un feto humano, y, por tanto, con mayor derecho a que se proteja su vida, pero en aspectos de justicia social tiene un planteamiento absolutamente asumible de solidaridad con las necesidades perentorias de quienes viven en el hambre o la extrema necesidad. Llega a decir que si alguien vive confortablemente, la satisfacción de una necesidad adicional no tiene el mismo interés vital que la satisfacción de necesidades más básicas de otros seres humanos, lo que es toda una invitación a la solidaridad, que él mismo se dedica a promover, además de trabajar también en la defensa de hábitos de consumo responsable.

Bueno, el filón queda abierto para quien quiera seguir profundizando. Nosotros, teniendo en cuenta el objetivo de este blog, dejamos esta deriva y volvemos a lo concreto: a sacar consecuencias prácticas del significado del término consumo responsable. Sin embargo, cada cual es muy libre de profundizar por donde considere necesario. Uno no sabe dónde va a encontrar aquel elemento que le mueva, desde el fondo de su corazón, a convertir su comportamiento...

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